Sobre nosotras

Somos Inma Quesada y Natalia Salazar, estudiantes de Publicidad y RRPP en la UCM. Esta es nuestra práctica para la asignatura de Documentación.
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martes, 22 de junio de 2010

Vestimenta femenina a lo largo del s.XIX y XX


L
a moda habla de la sociedad y es una forma de expresión importante en una cultura ya que a partir de ésta se puede ver de que manera vive la gente, su situación social, cultural o geográfica. A lo largo de los años la vestimenta femenina ha evolucionado mucho y es interesante conocer como era la moda en los distintos momentos de la historia.

A través de la moda podemos ver como ha ido evolucionando el papel de la mujer en el mundo y como se ha ido transformando su presencia y su papel en la sociedad. Se ha pasado del uso de largas faldas y complicados vestidos, sombreros y corsés que comprimían el cuerpo de la mujer y que limitaban por completo sus movimientos hasta finales del siglo XIX y principios del XX que la mujer pudo empezar a liberarse de la opresión del corsé y comenzar a disfrutar de la libertad del cuerpo femenino con ropa más confortable gracias al uso de texturas y tejidos que permitían moverse con libertad y comodidad.Esto será un hecho que marcará la vida de la mujer y que ayudará considerablemente a su emancipación y participación en la sociedad.

Es importante reparar por tanto, en como la mujer ha sido esclava de la moda a lo largo de los años y lo que esto ha supuesto para ellas.

A continuación vamos a hacer un recorrido sobre los distintos estilos de la vestimenta femenina a lo largo del siglo XIX y XX:

El Corsé y El Guardainfantes (siglo XVIII)

A lo largo de todo el Siglo XVIII, la silueta de la mujer fue moldeada por prendas de ropa interior, como el corsé de cintura hacia arriba y el guardainfantes de cintura hacia abajo. La denominada época rococó, destaca en el vestir por una gran profusión de adornos y por dejar paso a un lucimiento del escote femenino. El corsé ya no comprime todo el torso, sino que se utiliza para levantar y realzar el pecho, que asoma por el escote, entre un delicado remate de encajes.

A principios de este siglo la forma del guardainfantes era acampanada, pero a medida que las faldas se fueron ensanchando (segunda mitad del Siglo XVIII), por razones prácticas éste se dividió en dos mitades, a derecha e izquierda de la falda, lo que hacía más manejable el vestido. Aunque el enorme y poco práctico guardainfantes resultante era muchas veces objeto de caricatura, en las cortes europeas se convirtió en un elemento obligatorio de la indumentaria.

El Estilo Miriñaque (Primera mitad del siglo XIX)

Las formas básicas de las prendas de vestir siguieron siendo las mismas que durante el siglo anterior, pero la ornamentación dejó de ser tan exagerada y los diseños se volvieron más sencillos. Se dejaron de utilizar las mangas de pernil, los hombros ahuecados dieron paso a un mayor volumen en la zona de la muñeca, las cinturas se estrecharon y las faldas adquirieron más volumen, efecto conseguido superponiendo varias prendas y disponiendo volantes horizontalmente, su magnitud llegó a resultar un inconveniente para la movilidad de la mujer. Además de la anchura añadida, las faldas se alargaron hasta barrer el suelo.

A finales de los años 50 las faldas sufrieron un cambio drástico. Gracias a la invención de nuevos materiales, apareció el miriñaque o enagua con aros. En la década de 1840 el término “miriñaque” o “crinolina” se refería a las enaguas hechas de crin de caballo tejido con lino resistente. Después de 1850, el término se utilizó para designar a la enagua con armazón de aros metálicos o de ballena, o cualquier falda ancha que llevara uno de esos armazones. Con la llegada del miriñaque, las faldas se hicieron extremadamente anchas. El desarrollo del cable de acero, los importantes avances de la industria textil y el uso práctico de máquinas de coser facilitaban que los miriñaques pudieran ser todavía más grandes. La continuada mejora de telares y tintes hizo posible una amplia variedad y cantidad de materiales para faldas.

El Estilo Polisón (segunda mitad del siglo XIX)

A partir de mediados del Siglo XIX la mayoría de los vestidos constaban de dos piezas separadas, un corpiño y una falda, a medida que transcurrían los años, se incrementó el uso de ornamentos y detalles, añadiéndose complicados adornos a cada uno de los pliegues de la vestimenta. Como resultado, la silueta natural de la mujer desaparecía debajo de las telas y los encajes.

A partir de la década de 1860, las faldas perdieron volumen en su diámetro total, la parte delantera quedó plana y la posterior ganó en grandeza gracias al apoyo de una prenda interior llamada polisón. El polisón era una almohadilla colocada sobre el trasero, para realzarlo. Las faldas y las sobrefaldas se solían recoger y llenar de vuelos y encajes en forma de cascada. Con solo unos pequeños cambios en los detalles, el estilo polisón continuó hasta los años 90 de este Siglo.

La única excepción a esta regla era un vestido de una sola pieza, que marcaba la figura de quien lo llevaba, apareció a principios de la década de 1870, era conocido como “vestido línea princesa” en honor de la princesa Alejandra (1844–1925), que se convirtió en reina de Inglaterra.

La Belle Epoque La Transición del Siglo XIX al XX

Durante el periodo de la “Belle Èpoque” en Europa (1870-1914), caracterizado por la elegancia el refinamiento y el optimismo, los patrones que regían la moda eran estéticos, siendo secundaria la comodidad y el bienestar físico de la mujer.

Hasta comienzos del Siglo XX la moda femenina fue incómoda a consecuencia de la utilización del corsé, que apretaba todos los órganos internos. Así muchas mujeres se convertían en meros objetos decorativos.

El ideal de belleza femenino debía ser de pecho erguido y abundante, caderas anchas, cintura muy afinada y nalgas exageradas. Así surgieron las mujeres con forma de “S”, que ajustaron las faldas, recogieron el pelo sobre la cabeza, con complicados peinados y adornaron sus enormes sombreros con plumas, haciendo además juego con la estética modernista.

A finales de este periodo comienza a aparecer un nuevo tipo de mujer, por primera vez creado por ellas mismas. Una mujer independiente, que luchaba por el voto y por entrar en el mercado laboral. Para ellas la vestimenta se fue simplificando y la excesiva ornamentación desapareciendo, dando lugar al traje sastre de dos piezas, más adecuado a las nuevas necesidades.


La Evolución de La Ropa Interior. Entre el siglo XIX y el XX

A principios del Siglo XIX, la revolución industrial había agilizado la producción de bienes, esto influyó, entre muchas otras cosas, en una mejora del nivel de vida de la población y en una reducción en los precios de las prendas de vestir. Así las clases sociales más acomodadas e incluso las incipientes clases medias adquirirán numerosas piezas y complementos de vestir. Arropado por todo ello se desarrolló una estricta etiqueta social con relación al atuendo, las señoras debían cambiarse de ropa siete u ocho veces al día para seguir los dictados de la sociedad. Los siguientes términos, aplicados a los vestidos, son indicativos de las ocasiones en que éstos se utilizaban: vestido de mañana, vestido de tarde, vestido de visita, vestido de noche (para el teatro), vestido de baile, vestido de etiqueta, vestido de casa, y por último, ropa de dormir.

Se crearon numerosos tipos de prendas interiores adecuados a los nuevos vestidos. Además de la camisola, aparecieron las calzas largas o calzones y las enaguas, y toda la ropa interior femenina se llenó de encajes y adornos. Los miriñaques, polisones y corsés, todos ellos imprescindibles para la silueta esculpida del Siglo XIX, se reconvirtieron en nuevos modelos con dispositivos e inventos novedosos, muchos de los cuales fueron patentados. Los aceros y los muelles hicieron posible esta nueva y amplia selección de miriñaques y polisones, haciendo su aparición en la ropa interior y desplazando a los habituales soportes de tela, crin de caballo, ballena, bambú y roatán. La invención de los objetos de acero en 1929 hizo que los corsés fueran realmente eficaces para moldear la silueta femenina. Las mujeres los siguieron considerando la prenda interior imprescindible hasta principios del Siglo XX.



La ropa interior


En 1886 se patentó el sujetador. Pero no se impuso de inmediato, porque se creía que partía a la mujer en pedazos. Al principio los sostenes que se utilizaban eran telas de seda, envueltas en los pechos femeninos. Asimismo, los primeros calzones, distaban muchísimo de lo que hoy día podemos observar.

De 1830 a 1914 eran numerosas las capas que llevaban las mujeres bajo el vestido: camisa, pantalón, corsé, cubrecorsé, enaguas, todo con muchos volados, encajes, bordados, cintas y lazos.

Esta especie de elegante armadura de seda les proporcionaba diversas ventajas a pesar de la incomodidad:

1. Distinción, pues sólo lo usaban las mujeres ociosas.
2. Aseguraba que quien lo portaba era una mujer de buenas costumbres

El “culottes” fue al principio una prenda exclusivamente masculina, no estaba bien visto que la mujer lo pudiera llevar, ya que era símbolo de masculinidad. Fué George Sand la primera en ponerse pantalón y ropa masculina y fumar pitillos.

Traje de Baño

En sus comienzos, el traje de baño era un atuendo complicado, consistía en un vestido de franela, de corpiño ajustado y cuello alto, mangas hasta el codo, y faldilla hasta las rodillas. Bajo el vestido se vestían unos pantalones bombachos, medias e incluso zapatillas de lona. Un atuendo verdaderamente complicado.

Fué en 1855 cuando el traje de baño comenzó a sufrir sus primeros cambios. En Biarritz. La modificación del traje de baño francés consitía “simplemente” en una especie de calzón de lana y una blusa de color negro que llegaba hasta más abajo de las rodillas y que se sujetaba con un cinturón. Ellos llevaban una especie de traje de marinero, listado.

La Liberación del Corsé. Primer cuarto del siglo XX

La Primera Guerra Mundial (1914-1918), desmanteló de forma rápida y completa los antiguos sistemas y valores sociales. El surgimiento de una pujante clase media dio pié a un nuevo estilo de vida. A medida que las mujeres salían del hogar para participar plenamente en todas las actividades, rechazaron el corsé y buscaron prendas más funcionales.

Los diseñadores de alta costura pusieron especial empeño en crear nuevos tipos de indumentaria.

A medida que corría el primer tercio del Siglo XX, la imagen femenina cambiaba de manera significativa. Los peinados pasaron de complicados recogidos a un corte suelto, el largo de la falda se acortó desde el tobillo a la rodilla. Las mujeres al buscar un estilo cómodo, juvenil, sin realce del busto o la cintura, comenzaron a vestirse como chicos, así la novela La Garçonne de Víctor Margueritte ofreció la imagen simbólica a la que aspiraban las mujeres del momento.

El peinado corto, con un ajustado sombrero campana y un vestido suelto de cintura baja, con la falda hasta la rodilla, caracterizó el estilo garçonne. La extremada simplicidad del corte del vestido se complementada con adornos bordados de lentejuelas, boas de plumas y otros accesorios. La ropa ya sólo interior consistía en bragas, sujetador, camisola y medias color carne.

El nuevo estilo garçonne, que a la vez era cómodo y disminuía las diferencias entre hombre y mujer, comenzó a introducir el pantalón como prenda femenina, aunque éste no se popularizó como prenda de vestir hasta después de la Segunda Guerra Mundial

COCO CHANEL

A esto colaboró sustancialmente la diseñadora de moda Coco Chanel que fue símbolo de una época y el ejemplo de una mujer que se atrevió a vivir con independencia.

Su legado a la moda mundial es haberle dado libertad de movimiento al cuerpo femenino.

Su trabajo contribuyó a la emancipación de la mujer. Comprendió que la moda recargada y los corsés debían llegar a su fin y combinó con total libertad elementos de la moda masculina y femenina, utilizando texturas, formas y prendas reservadas para los hombres; adaptó la ropa deportiva al lenguaje de la moda de todos los días y rechazó la arrogancia de la ostentación, enseñando a combinar lo auténtico con lo falso.


Segundo cuarto del siglo XX

De
1927 a 1930 la moda conoce un periodo de transición en el curso del cual se inicia la vuelta a la feminidad. La falda que en la década de los años veinte se acortó hasta las rodillas, comienza ahora a alargarse. La cintura que había descendido hasta las caderas, vuelve a su lugar normal, retorno permitido por la práctica de los deportes que han formado alrededor del cuerpo femenino una faja de músculos que puede reemplazar la sujeción que le daba antaño el corsé.

El traje de noche se vuelve más corto por delante que por detrás o bien se inclina hacia el suelo por medio de un faldón lateral que le da un perfil asimétrico.

De
1930 a 1935, el traje de ciudad se alarga hasta media pierna, mientras que el vestido de noche toca el suelo, éste, confeccionado en tela de crèpe de raso, de muselina, de seda lisa y de otros tejidos semejantes, mezclaba la faz mate y la brillante para obtener un efecto de matices en el traje.


De 1945 a 1960. La Segunda Mitad del siglo XX

La alta costura, vigorizada por la apertura de nuevas casas innovadoras y dinámicas, se vuelve todopoderosa e impone sus leyes a una clientela entre la que se mezclan antiguas y nuevas fortunas.
Costureras de barrio y fabricantes de ropa se esfuerzan en imitar a los grandes creadores para satisfacer la demanda de personas con medios económicos más modestos.
La moda de vestidos amplios y largos favorece el empleo de tejidos con cuerpo (tafetán, falla, otomán, raso grueso,...), frente a los vestidos confeccionados con telas de mucha caída, que se pegaban al cuerpo, muy utilizados en los años veinte y treinta.
En el periodo de entreguerras, las fibras sintéticas aparecen en el mercado. El nylon creado en Estados Unidos en 1937, se lanza después de la II Guerra Mundial. Posteriormente el tergal y los acrílicos, proporcionan tejidos ligeros, cálidos, resistentes y fáciles de cuidar. Todo ello va a modificar el aspecto y el peso del guardarropas y a facilitar a las amas de casa el lavado y el planchado

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